Muchas
veces queremos que Dios responda a nuestras preguntas como si habláramos con
alguien que conocemos, pero en realidad la voluntad de Dios se va revelando a
través de las personas y situaciones. Así es como describo mi experiencia en
Filipinas, como un tiempo de escucha, discernimiento, confrontación y
transformación.
En
el noviciado tenemos la oportunidad de guardar silencio, hacer oración y
contemplar; esto con el propósito de escuchar la voz de Dios resonando en mi
interior y así poder discernir lo que Él quiere para mí. En la misma línea, el
silencio y el discernimiento confrontan mi persona pero me llevan también a
transformar esos aspectos que no me ayudan a crecer en la fe, el amor y
el servicio a los demás.
Algunos
de los retos que encontré fueron el idioma, la comida y la cultura. Esto
requirió de mucho esfuerzo para aprender a comunicarme y aceptar las
diferencias entre la cultura asiática y la cultura mexicana.
Por
otra parte descubrí la riqueza que hay en la diversidad. Viví con hermanos de
la República Democrática del Congo, Nigeria, Corea del Sur, India y Filipinas, y estasituación me ayudó a entender y vivir esas palabras de nuestra regla de vida que dicen: ''Nos aceptamos diferentes porque Aquel que nos une es más fuerte que aquello que nos separa'' (RV 8).
Al
final, me di cuenta de que esto fue solo el principio de un proceso de
formación que dura toda la vida. Ahora que estoy de regreso en mi país me
siento sumamente agradecido con Dios y con la Asunción por la oportunidad de
descubrir nuevas cosas y acrecentar mi íntima comunicación con Dios para estar
al servicio del Reino.
Rafael
Huerta Ramos, a.a.
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