viernes, 10 de mayo de 2019

Hacia una cultura del encuentro...


Cuando llegué a México para este taller de formación de jóvenes religiosos, honestamente no sabía qué es lo que iba a hacer. Me pregunte a mí mismo si acaso ¿Tendríamos que sentarnos durante días de conferencias a escuchar los testimonios de quienes nos antecedieron? O si sería una sesión de reflexión sobre cómo podemos responder a los hombres de hoy sobre la situación actual de la Iglesia. 

Lo anterior era lo que pasaba por mi mente mientras mi hermano Peter y yo viajábamos a México. Esto hizo que el propósito de nuestro taller de formación fuera más estimulante. Estábamos en México para conocernos. Este objectivo era simple y profundo al mismo tiempo. Digo profundo porque el ''conocimiento'' no era lo que habíamos escuchado anteriormente sobre nuestros hermanos en los anuncios provinciales, o en las redes sociales.
El primer día, nos presentamos uno por uno, compartimos nuestras historias personales. Al escuchar a mis hermanos compartir sus historias, y saber quiénes son, qué experiencias de vida los llevaron a vivir de forma única su vida religiosa, me llené de gratitud. Gratitud a mis hermanos por compartirme sus luchas, sus alegrías, sus triunfos y su tristeza en sus respectivos caminos. Caminos que llevan, al final, a la verdad de Jesucristo.

Entonces, aunque me encontré con algunos de mis hermanos por primera vez, sentí que pertenecíamos a la familia Asuncionista a través de sus historias. Esto me hizo preguntarme: “¿Cuántas veces hemos tenido verdaderos encuentros fraternos con los hermanos? O con qué frecuencia las personas conviven realmente en la sociedad?” Con esto me di cuenta que lo que pudimos vivir durante todo el taller de formación fue “la cultura del encuentro.” Así como “encontramos” a nuestros hermanos en sus historias, la formación asuncionista se da para llevarnos a un encuentro más profundo con Jesucristo así como encontramos con nuestro ser más profundo y verdadero. 

La formación en sí misma es un proceso, una historia de transformación. No es un sistema de producción. Durante el taller, nos invitaron a sumergirnos aún más profundamente en el abrazo misericordioso y la redención de Cristo. La obra de evangelización consiste en invitar a otros a ese mismo encuentro, a ese mismo momento de salvación que se abre a una vida que se salva, se gana para Dios.

En una sociedad tan afectada por el individualismo, el aislamiento y la soledad, esta misión que nos han encomendado, para encontrarnos verdaderamente con Cristo y con los demás, es algo en lo que hay que perseverar.


Daniele Caglioni, a.a.

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