Rafa |
La mayoría no podemos recordar nuestro Bautismo, pero si
podemos vivirlo, honrarlo y agradecerlo. De las tres atribuciones que nos
confiere, ser Sacerdotes, Profetas y Reyes, hoy quiero compartir lo que para
mí, desde mi vida, significa ser Sacerdote por mi Bautismo.
El
sacerdote consagra, ofrece a Dios, intercede, alaba. Me enfocaré en
“consagrar”. Consagrar es separar. Lo que es de Dios o para Dios está
consagrado, separado y dedicado a Él. Por ejemplo, consagramos nuestro trabajo. Consagramos nuestro
trabajo, porque está separado para cuidar a los que amamos y sobre los que
tenemos una responsabilidad.
Nuestros
hijos, cónyuges y padres nos fueron dados por Dios y nos encomienda cuidarlos,
porque son Suyos. También separo y consagro algo del fruto de mi trabajo para
mi labor pastoral, pues es una misión que Dios me dio y requiere de gastos.
Comprar
libros, cuadernos, imprimir hojas y hacerme de algún material didáctico. Hay
que pagar pasajes, gasolina, casetas, viáticos y muchas cosas necesarias en la
pastoral. Otra parte del producto de mi trabajo la consagro a cuidar de algunos
hermanos, personas que voy encontrado en la cotidianeidad y que están en
situación de necesidad. Por último, mi trabajo me permite alimentarme, cuidarme
e incluso divertirme. El Señor me ha dado dones y la oportunidad de trabajar
porque me ama y me procura.
Algunos creen
que el sacerdocio laical se potencializa realizando funciones en la liturgia.
Dar al laico un papel en la liturgia puede ser un premio de consolación, que no
necesitamos. Si bien la liturgia es un acto consagratorio, participo en ella,
sin ser acolito, lector o campanero. Que cada quien haga lo que le corresponde,
y nadie haga más, ni menos. Basta con responder, orar, escuchar, alabar y
comulgar, para cumplir con mi sacerdocio.
Actuando como
Pueblo de Dios soy parte de la Liturgia. A veces, como en Misión, debo celebrar
una paraliturgia, eso
es un servicio extraordinario. Una
participación litúrgica es una función importante, pero también lo es cumplir
mis responsabilidades personales, la solidaridad con mis hermanos y mi
pastoral. Hacer de este mundo un lugar de Dios con mis acciones, mis signos y
todo mi actuar es consagrar y santificar mi trabajo y mi ámbito.
Vivir y
testimoniar la alegría de ser cristiano, asumiendo la misión que Dios me ha
dado, es mi forma de ser un sacerdote por mi bautismo. Ese es mi lugar en la
Iglesia.
Rafael Martinez Guizar, laico a.a.
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